sábado, 22 de marzo de 2008

La educación en la encrucijada ¿Construir Movimiento estudiantil o Conducir uno inexistente?

Mucho se habla de la crisis de la educación. Ante ello las diversas izquierdas poseen una matriz común, que se puede traducir en las consignas “No a la educación de Mercado”, “No a la Ley de Financiamiento”, “No a la LOCE”, “No a la LGE”, “No al Consejo Asesor”, NO, NO, y NO!. Sin renegar de estas demandas, creemos que hay que hacer una profunda reflexión acerca de porqué los estudiantes políticamente activos no hemos sido capaces de superar el mero reaccionar ante la coyuntura, el negar cualquier acto del gobierno de turno, sin proponer un proyecto educativo, efectivamente anticapitalista, y de características revolucionarias y liberadoras. La razón a nuestro parecer radica en que en lo que respecta a nivel universitario progresivamente durante la mal llamada “transición a la democracia”, las dirigencias estudiantiles se preocuparon cada vez más de ocupar puestos de representación formal (Federaciones, Centros de Alumnos, etc), reduciendo la participación estudiantil a meros actos electorales por un lado, y de agitar exclusivamente en torno a los problemas económicos de los estudiantes (de crédito y becas básicamente), dándole un carácter fuertemente gremial a las movilizaciones, y la posibilidad al gobierno de mejorar el sistema a través del llamado Crédito con Garantía Estatal, que no hizo otra cosa más que perfeccionar la educación superior en un sentido fuertemente privatizador, por otro. Lo anterior sumado a la nula capacidad de aportar a un proceso de formación de sujetos estudiantiles con vocación transformadora ha dado como resultado la inexistencia de un movimiento estudiantil propiamente tal, pues al no haber sujetos, las demandas por muy justas que sean, se las lleva el viento. De esta forma se puede explicar las estériles convocatorias a movilizarse que instancias formales realizan, ya sean Federaciones Estudiantiles o la Confech, lo que refleja lisa y llanamente que se quiere conducir en el vacío. Ante esta desoladora realidad, y sin pretender dar recetas mágicas, pensamos que las políticas de la izquierda revolucionaria deben girar en torno a los siguientes aspectos:

1- Insistir en la creación de sujetos críticos y transformadores (solo así se podrá construir un movimiento sólido). Para ello hay que buscar hacer cuajar la crítica intelectual de los contenidos, mallas y orientaciones de las diversas carreras, con la realidad de diversos sectores populares. Cobrando suma relevancia el trabajo político-social de los estudiantes en dichos sectores de diversas maneras, con miras a aportar a la generación de poder popular. En este sentido las diversas experiencias de educación popular pueden ser un gran aporte a la construcción de un paradigma educativo distinto.

2- No negar los espacios formales de representación de manera tajante. Eso si hay que evitar la improvisación, la participación en elecciones por pura inercia, sin trabajo previo, sin sujetos, y sin claridad de lo que realmente se quiere hacer, como también las lógicas politiqueras que dominan dichos espacios. La izquierda revolucionaria debe ser fundamentalmente moral.

3- Abogar por la convergencia de los distintos colectivos e individualidades que se identifican con la izquierda revolucionaria a lo largo de Chile, no sólo universitarios, sino que también secundarios, de profesores críticos, como también de la vinculación con otros sectores sociales que no son ajenos al problema de la educación (trabajadores, pobladores, etc), pues este le importa al todo social. Esta unidad no se puede forzar por decreto. Pero si en un proceso armónico de discusión fraterna y sobretodo trabajo en conjunto, ya sea en cuestiones meramente estudiantiles, como también en los trabajos populares que se lleven a cabo. Un proyecto educativo alternativo, sólo será posible si dejamos de mirarnos el ombligo, dando un salto de lo local hacia lo global.