miércoles, 10 de septiembre de 2008

Compañera Celia Hart, presente!

Conocí a Celia Hart en Cuba, en una casa antigua de Miramar. Me contó que en su época de estudiante en la desaparecida República Democrática Alemana, pasó por una terrible crisis político-personal. Casi existencial, agregaría yo tomando en cuenta las múltiples exageraciones para retratar su historia. Vio allá, con estupor, cómo eso que se hacía llamar "socialismo" se transformaba en una terrible máquina de burocratización y supresión de las múltiples subjetividades políticas. Me contó que llegó de la RDA quedó escandalizada; "Si esto es el socialismo, yo me voy de aquí" le dijo a su padre, el revolucionario y ex ministro de educación, Armando Hart Dávalos. Lo recuerdo con fijeza: a cada palabra que decía, sus ojos titilaban como queriendo mostrar una experiencia singular de decepción y regeneración de las ideas políticas. Su padre le entregó un famoso libro sobre Trotsky, El profeta armado. Nunca se separó del revolucionario ruso. Defendió su legado en Cuba durante toda su militancia política, participó en la difusión de su obra contactándose con diversos grupos trotskistas del mundo. Estoy seguro, por lo que alcancé a conversar con ella, que ninguno le convenció plenamente: inflexibilidad, sectarismo. Trotsky estaría escandalizado de sus trotskistas, siempre lo dijo.
Celia Hart fue una defensora inclaudicable del socialismo cubano, sabiendo hacer sus críticas de forma fraternal, pero no por eso sin un tremendo sabor a crítica, crítica de verdad, no esa que se anda con rodeos, ni tampoco la que se elabora con miedo y por ello mismo hace alarde de sus propios límites como si fuesen positivos. La crítica de Celia Hart era una crítica auténtica, desmedida pero auténtica, porque era, de cualquier manera, una crítica en la defensa. El marxismo cubano ha perdido a una gran militante, así como, internacionalmente, hemos perdido a una de las pocas trotskistas que ha sabido ponerse del lado de Cuba. Recuerdo una vez que me comentó que Trotsky era un defensor de su revolución, pero que su revolución fue deformada a tal punto, que lo expulsó a él: uno de sus propulsores. Cuba nunca llegará a ese punto, ni está en el camino de llegar. Ella cuenta con esa ventaja radical anti-estalinista de la crítica y de la autocrítica como actividades fundamentales en la realización de la militancia y en la práctica teórica del materialismo histórico. Celia lo tenía claro, y esa claridad seguirá viviendo.

Claudio Aguayo Bórquez, Santiago de Chile

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