
Sin embargo, estos hechos no se producen de manera espontánea ni azarosa, sino que son la expresión, como ya dijimos, de cambios importantes que se han ido generando en las personas en el último tiempo.
Si hace veinte años la ciudadanía se movilizaba por hacer caer la estructura política de la dictadura, hoy en día, lo hace para destruir la estructura económica legada por ésta. La aniquilación de los sindicatos, la fulminante atomización de los trabajadores, el profundo miedo infundido en la ciudadanía, etc. produjeron, en algunos años, un deterioro casi absoluto de todas las conquistas y reivindicaciones que habían sido obtenidas a través de un siglo de luchas.
De esta forma, nos encontramos hoy día, con un panorama nacional en donde la explotación es cotidiana, con jornadas laborales prolongadísimas, salarios que no alcanzan a cubrir ni las necesidades más básicas, con una estabilidad laboral prácticamente inexistente, con condiciones de trabajo indignas y con una desigualdad económica simplemente vergonzosa. En este escenario, en donde además, la exacerbación del individualismo constituye el pilar principal de la economía, y en donde los derechos y la justicia se transforman en mercancías que se transan en el mercado, los trabajadores y las personas comunes y corrientes, se encuentran el más absoluto desmedro frente a los gigantescos grupos económicos, quienes se encargan de controlar sus condiciones de vida.
Es por esto que los trabajadores han comenzado a percatarse de que solo la unidad es capaz de otorgar la fuerza suficiente para hacer cambiar la situación. El miedo a organizarse, legado de la dictadura, comienza por fin a desvanecerse y se transforma cada vez más en entereza y decisión a luchar por lo que a cada uno le corresponde. Así entonces, vuelven a surgir los sindicatos, las huelgas y las movilizaciones, con la convicción de que existen problemas comunes que no pueden resolverse individualmente, sino que requieren el compromiso y la voluntad de todos.
La ficticia línea divisoria que impone la subcontratación, constituye el primer gran muro que debe ser derribado y hacia allá debemos apuntar, si es que el objetivo consiste realmente en propiciar la organización de los trabajadores.

Debajo de todo este ruido de telenovelas, noticieros deportivos, matinales y estelares televisivos nocturnos, la organización avanza, desvinculada ya de los mezquinos intereses partidistas, dejando de lado las estructuras institucionales corruptas y representando verdaderamente los intereses de los trabajadores con el fortalecimiento de la participación de las bases.
No hay comentarios:
Publicar un comentario